La violencia de género es un problema que se ha instalado en todas las esferas de nuestra sociedad, consumiendo páginas policiales, espacios noticiosos e incluso programas de entretenimiento. Lamentablemente, nos hemos acostumbrado tanto a ella al punto que hemos llegado a tolerarla y socializarla como parte de nuestra vida diaria. Entiendo el cine como un espacio primordial para verla nuevamente en su terrible dimensión real, enfrentarla y luchar contra ella.
Esta historia película es un intento por generar empatía hacia las víctimas, pero también para reconocernos, sobre todo los hombres, como los espectadores inmóviles que hemos sido frente a ella, como la parte principal del problema. La justicia y la opinión pública en torno a la violencia de género necesitan ser cuestionadas y tener un registro que perdure en el tiempo desde el cine hecho en el Perú.
Nos moviliza y nos une la esperanza que sentimos al ver a tanta gente que está comprometida con las víctimas, a tanta gente que todavía puede unirse a esta causa noble y a tantas víctimas que luchan por encontrar justicia a pesar del peligro que esto significa.
No te mueras por mí, dirigida por el cineasta Daniel Rehder Normand, es una obra que explora con profundidad y sensibilidad la complejidad de la violencia de género en el contexto peruano, ofreciendo un mensaje que resuena en toda América Latina.
La película va más allá de las manifestaciones físicas de la violencia y se adentra en sus formas más sutiles, aquellas que a menudo pasan desapercibidas pero que, con el tiempo, pueden convertirse en amenazas serias. Este enfoque es fundamental, ya que revela cómo la violencia de género puede comenzar con actos de control y manipulación psicológica que, aunque menos evidentes, son igualmente destructivos. Además, aborda cómo esta violencia puede manifestarse incluso en contextos de privilegio económico, demostrando que ninguna mujer, independientemente de su situación financiera, está exenta de sufrir estas dinámicas dañinas.
No te mueras por mí se sumerge en la realidad de los entornos tóxicos dentro de las relaciones, a través de la experiencia de Emma, una figura pública que representa a miles de mujeres. La narrativa potente y los personajes complejos buscan no solo exponer esta problemática, sino también interpelar a la audiencia masculina. La película invita a todos los hombres a reflexionar sobre las formas sutiles de violencia de género y a reconocer su propia susceptibilidad a estas dinámicas, dadas las normas culturales que deben deconstruirse.